Subía al techo de su casa todas las noches para ver las estrellas. Era el lugar en donde Fermín encontraba paz, sobretodo después de una pelea con su papá. El techo de su casa podría ser su lugar en el mundo, si buscaba algo mejor no lo encontraría.
En medio de cada pelea entre ellos dos estaban sus cuatro hermanas mas chicas y su mamá, que se ponían de mal humor y Margarita, la mas chiquita de 4 años hasta se largaba a llorar al escucharlos.
El tema en cuestión era siempre el mismo, Fermín y su problema con el alcohol a la noche, su grupo de amigos, la facultad, nada nunca era suficiente para el padre.
Fermín estudiaba arquitectura, estaba en segundo año y era uno de los mejores promedios, el año anterior había sido distinguido en Proyectual por su crecimiento, y este año no iba a ser menos, superándose a si mismo sumando elogios y notas de sus profesores y compañeros. Comenzó a trabajar part time en un estudio de diseño en el cual se sentía muy a gusto, participaba en un grupo misionero de su parroquia en donde todos los sábados iba a un barrio carenciado a dar clases de apoyo escolar y los domingos se juntaba con sus amigos a jugar al fútbol.
Estaba lleno de cosas, pero nunca colapsaba, se lo veía tranquilo y hasta con ganas de realizar mas actividades. Pero la realidad es que con todo lo que él hacia nunca tenia tiempo para su familia, y ese era el verdadero conflicto con su papá.
Nunca se animaron a hablarlo, terminar con gritos y portasos siempre era la mejor opción.
Llego enero y su viaje a la costa comenzaba. Las aguas se fueron calmando y las peleas sesaron. Manuela,hermana dos años mas chica que Fermín era su gran confidente y sabia que durante estas vacaciones ella iba a mantener y controlar el clima familiar. Nadie quería peleas, gritos y menos que menos llanto durante las vacaciones.
Una tarde los dos hermanos mas grandes decidieron hacer una fiesta en su casa, sus papas lo aprobaron asi que fueron a la playa e invitaron a cada persona que se le cruzaba, conocían a un par y ellos se encargaban de difundir el evento.
Esa noche los dos fueron grandes anfitriones, la casa explotaba de gente, la música era excelente y sobraba alcohol. Como siempre, Fermín seguía siendo el chico diez, al cual todo le salia bien y la gran parte de las chicas que estaban en su casa morían por el.
El cielo comenzaba a aclarar y decidieron ir a ver el amanecer a la playa. Cuando llegaron todavía había estrellas con lo cual Fermín, fanático de estas, se tiro sobre la arena en los medanos a verlas. Esta vez las veía distintas a como estaban en el techo de su casa, eran mas grandes, a las que no sabia cuales eran les inventaba nombres, el cielo era mas amplio y se podía ver su forma circular. Quedo enamorado de esa noche estrellada, en la cual vio todo desde otra perspectiva. Había buscado un lugar mejor que el techo de su casa, y lo había encontrado.
Durmió allí hasta que Manuela fue a despertarlo y él, medio mareado se despertó y lloro en los hombros de su hermana.
Frente al amanecer sobre el mar y luego de contemplar las estrellas, sabia que su ausencia en la familia era el tema en conflicto con su papá, pero con sus lagrimas entendió que su ausencia era por algo que a el le había dado terror desde que era chico, había crecido.
Volvieron a su casa. Luego de una gran charla de hermanos, los dos pudieron hablar sobre temas pendientes y ayudarse.
Al llegar Manuela fue al jardín a acomodar y juntar la basura cuando se dio cuenta que en una mesa al fondo del jardín había una chica durmiendo. Pensando que la chica estaba en sobredosis y desmayada, corrió en busca de su hermano para ayudar a la desconocida.
Fermín la alzó, la acostaron en el sillón del living y luego de oler perfume se despertó. Se llamaba Lucía y tenia dieciocho años.
Lucía recién terminaba el colegio y era la chica perfecta para sus papas, porque como a Fermín, en todo le iba bien, pero por dentro estaba vacía.
Iba a estudiar derecho, lo cual no le interesaba ni un poco, pero si tu papá es juez, claramente vos también te anotarías en derecho.
Cada vez que salia tomaba hasta desmayarse y esta vez no iba a ser la excepción. Eran las 8 de la mañana y ahí estaban. Lucía, Manuela y Fermín, ya en el jardín de la casa otra vez, tratando de que Lucía se recomponga y vuelva a estar diez puntos. U ocho por lo menos.
En cierto punto Fermín se veía identificado con Lucía. Por esas cosas que uno hace, es mas fácil contarle sus problemas a un desconocido que a un amigo y eso paso entre Lucía y Fermín. Manuela se fue a dormir y quedaron ellos solos.
Lucia se reía de ella misma y de sus ataques de eterna adolescente emo que siente que el cielo esta gris porque gris está su vida. Y claro que caía en la exageración de hacer de cuenta que no hay colores cuando en realidad le sobran, pero ese dia era gris porque estaba triste y su estado sólo acepta un monocromo depresivo.
Siempre buscó algo que la acompañe en su ¨tristeza¨, como decía ella, que no era mas que su propia vida.
En ese instante Fermín se dio cuenta que por mas que ocupe su vida, o ¨tristeza¨ entera con actividades, iba a estar vacío, al igual que como se sentía Lucía, se sentía el, solo que no se animaba a decirlo. Ella si.
¨Que mejor que me acompañe el cielo, que me puede encontrar en cualquier lugar¨ Dijo ella. Los dos se habían dado cuenta de la tendencia a escapar en momentos oscuros que tenían, y que el cielo siempre los acompaña.
Eran las diez de la mañana, hasta que Lucia luego de dos horas de hablar, escuchar y llorar, se dio cuenta que el sol brillaba mas que cualquier otro día y que la noche ya había pasado.
Iba a tener que esperar el día entero para su momento favorito.
Ella subía al techo de su casa todas las noches para ver las estrellas, sobretodo cuando estaba mal con su ¨tristeza¨y sabia que el cielo la acompañaba.
sábado, 28 de enero de 2017
jueves, 26 de enero de 2017
Entre la playa y el cielo
La paz en las pequeñas cosas. La paz al descubrirse uno mismo siendo libre.
Caminando sola, sobre las calles de tierra en el medio del campo, mientras mira el mar.
Piensa, se prende un pucho y se da cuenta que en su soledad la acompaña un perro que no la va a abandonar hasta llegar a destino. Pero... hay destino definido? Lo piensa y se ríe sola, porque lo único definido ahora es caminar, hasta cansarse un poco, hasta que el perro saque la lengua en busca de agua, hasta que haya perdido el sentido de la ubicación en medio de tanto cielo y pasto,
Se ríe y se da cuenta que hacia mucho no lo hacia, y sigue sonriendo, porque después de tanto, se siente libre.
Mira al horizonte y ve al sol, que se esta poniendo. No iba a dejar pasar ni un segundo mas, y comienza a correr, hasta llegar al horizonte, hasta alcanzar el sol, antes de que se esconda.
Le entran piedritas y arena en las crocs, se tropieza, se descalza y sigue corriendo. Hasta que llega a el final del camino, una calle, de tierra por supuesto, que termina y empieza (o sigue) en un camino de medanos. A la derecha ve el Opus Dei, el campo, caballos y un par de casas. A la izquierda, el mar, con el cielo teñido de rosa, la arena lisa y mojada y un santuario con una virgen y ofrendas que deja la gente cada vez que va a visitarla.
Decide bajar a la playa, se sienta en una piedra y desde ahí ver la puesta de sol. Piensa en el santuario que se encuentra a unos metros nada mas y en esa tan famosa frase de El Alquimista ¨-No entiendo a a gente que busca a Dios en el santuario. Decía mientras miraba la puesta de sol¨.
Comienza a meditar y rezar mientras fuma y mira ese tan hermoso paisaje. Y disfruta de la libertad. La suya.
Se replantea el año anterior y decide no hacer lo mismo en este que recién comienza. Ser libre y no apegarse tanto a las cosas, a los momentos, a las personas.
Contempló al sol esconderse y se le cayó una lagrima. No quiso ni sacarle una foto, le parecía desubicado. Fue un momento privado entre la eternidad y ella.
Paso por el santuario, una mujer se encontraba rezando el rosario e intentaba enseñárselo a sus dos nietas.
Comenzó a caminar de vuelta a su casa, esta vez sin la compañía del perro, que seguramente se había quedado jugando con un perro amigo. Terminó el camino de medanos y al llegar a la calle de tierra escucha una melodía y letra conocida ¨Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por dondequiera que vaya, y amontonado en tu arena guardo amor, juegos y penas.¨ El gran Serrat y su Mediterráneo sonaban desde un parlante en una casa que hacia un gran asado familiar, con las luces de los faroles de la calle ya prendidas, los nenes corriendo y los grandes tomando vino y cerveza.
Ver esa postal desde afuera, con el cielo violeta generó una sonrisa de oreja a oreja y ese sentimiento de libertad y soledad multiplicó una felicidad que todavía no sabia de donde había salido. En realidad, si sabia de donde era, pero le parecía cursi hasta para ella misma admitir que toda esa naturaleza que la rodeaba había sido la gran causante.
Feliz y sola como estaba, comenzó a los gritos y sin vergüenza a cantar la canción (su canción) acontecida para el momento, ¨Me gusta estar al lado del camino, fumando el humo mientras todo pasa, me gusta abrir los ojos y estar vivo¨
Así fue como su alma desbordo de felicidad, de plenitud, de libertad.
Se dio vuelta, volvió a mirar el cielo y vio la primer estrella de la noche que estaba por comenzar. Frenó, cerró los ojos, pensó, volvió a verla, le tiró un beso y siguió caminando mientras cantaba.
Sabia que ya no volvía sola.
Caminando sola, sobre las calles de tierra en el medio del campo, mientras mira el mar.
Piensa, se prende un pucho y se da cuenta que en su soledad la acompaña un perro que no la va a abandonar hasta llegar a destino. Pero... hay destino definido? Lo piensa y se ríe sola, porque lo único definido ahora es caminar, hasta cansarse un poco, hasta que el perro saque la lengua en busca de agua, hasta que haya perdido el sentido de la ubicación en medio de tanto cielo y pasto,
Se ríe y se da cuenta que hacia mucho no lo hacia, y sigue sonriendo, porque después de tanto, se siente libre.
Mira al horizonte y ve al sol, que se esta poniendo. No iba a dejar pasar ni un segundo mas, y comienza a correr, hasta llegar al horizonte, hasta alcanzar el sol, antes de que se esconda.
Le entran piedritas y arena en las crocs, se tropieza, se descalza y sigue corriendo. Hasta que llega a el final del camino, una calle, de tierra por supuesto, que termina y empieza (o sigue) en un camino de medanos. A la derecha ve el Opus Dei, el campo, caballos y un par de casas. A la izquierda, el mar, con el cielo teñido de rosa, la arena lisa y mojada y un santuario con una virgen y ofrendas que deja la gente cada vez que va a visitarla.
Decide bajar a la playa, se sienta en una piedra y desde ahí ver la puesta de sol. Piensa en el santuario que se encuentra a unos metros nada mas y en esa tan famosa frase de El Alquimista ¨-No entiendo a a gente que busca a Dios en el santuario. Decía mientras miraba la puesta de sol¨.
Comienza a meditar y rezar mientras fuma y mira ese tan hermoso paisaje. Y disfruta de la libertad. La suya.
Se replantea el año anterior y decide no hacer lo mismo en este que recién comienza. Ser libre y no apegarse tanto a las cosas, a los momentos, a las personas.
Contempló al sol esconderse y se le cayó una lagrima. No quiso ni sacarle una foto, le parecía desubicado. Fue un momento privado entre la eternidad y ella.
Paso por el santuario, una mujer se encontraba rezando el rosario e intentaba enseñárselo a sus dos nietas.
Comenzó a caminar de vuelta a su casa, esta vez sin la compañía del perro, que seguramente se había quedado jugando con un perro amigo. Terminó el camino de medanos y al llegar a la calle de tierra escucha una melodía y letra conocida ¨Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por dondequiera que vaya, y amontonado en tu arena guardo amor, juegos y penas.¨ El gran Serrat y su Mediterráneo sonaban desde un parlante en una casa que hacia un gran asado familiar, con las luces de los faroles de la calle ya prendidas, los nenes corriendo y los grandes tomando vino y cerveza.
Ver esa postal desde afuera, con el cielo violeta generó una sonrisa de oreja a oreja y ese sentimiento de libertad y soledad multiplicó una felicidad que todavía no sabia de donde había salido. En realidad, si sabia de donde era, pero le parecía cursi hasta para ella misma admitir que toda esa naturaleza que la rodeaba había sido la gran causante.
Feliz y sola como estaba, comenzó a los gritos y sin vergüenza a cantar la canción (su canción) acontecida para el momento, ¨Me gusta estar al lado del camino, fumando el humo mientras todo pasa, me gusta abrir los ojos y estar vivo¨
Así fue como su alma desbordo de felicidad, de plenitud, de libertad.
Se dio vuelta, volvió a mirar el cielo y vio la primer estrella de la noche que estaba por comenzar. Frenó, cerró los ojos, pensó, volvió a verla, le tiró un beso y siguió caminando mientras cantaba.
Sabia que ya no volvía sola.
martes, 24 de enero de 2017
Recuerdo de un acto no fallido
Hoy tuve un acto fallido, marque tu número y te llame.
Sabía que no ibas a atenderme pero tenía la ilusión de que iba a poder escuchar tu voz otra vez, por última vez. Tenía la ilusión de que iba a poder contarte todo lo que aprendí de vos y que íbamos a poder despedirnos como lo merecíamos. Resignada corte, sabía que ya no estabas, que en realidad no iba a volver a escucharte.
Salí de casa corriendo, hasta que los pulmones no me dieron más, como también te hubiese pasado a vos, así que me fui al club a nadar y despejarme. Pero ahí estabas vos, otra vez, porque en una pileta como esa, pero en otro lugar del mundo te conocí.
Hoy me doy cuenta que al fin y al cabo nunca te vas a terminar de ir. Sos como un fantasma, que nunca descansan, están hechos de recuerdos y asaltan de vez en cuando a sus viejos amigos.
Hoy te encuentro como un fantasma acá, en esta pileta, escuchando ABBA de fondo y te imagino saltando con Dancing Queen.
Hoy prefiero recordarte cantando a tu manera, y en un brindis extraordinario, como lo hacías todo vos, como si esa hubiese sido tu despedida.
Hoy me doy cuenta que no te lloré, sabiendo que los fantasmas en realidad nunca dicen adiós.
Hoy tuve un acto fallido y me di cuenta que ya era tarde para llamarte.
Sabía que no ibas a atenderme pero tenía la ilusión de que iba a poder escuchar tu voz otra vez, por última vez. Tenía la ilusión de que iba a poder contarte todo lo que aprendí de vos y que íbamos a poder despedirnos como lo merecíamos. Resignada corte, sabía que ya no estabas, que en realidad no iba a volver a escucharte.
Salí de casa corriendo, hasta que los pulmones no me dieron más, como también te hubiese pasado a vos, así que me fui al club a nadar y despejarme. Pero ahí estabas vos, otra vez, porque en una pileta como esa, pero en otro lugar del mundo te conocí.
Hoy me doy cuenta que al fin y al cabo nunca te vas a terminar de ir. Sos como un fantasma, que nunca descansan, están hechos de recuerdos y asaltan de vez en cuando a sus viejos amigos.
Hoy te encuentro como un fantasma acá, en esta pileta, escuchando ABBA de fondo y te imagino saltando con Dancing Queen.
Hoy prefiero recordarte cantando a tu manera, y en un brindis extraordinario, como lo hacías todo vos, como si esa hubiese sido tu despedida.
Hoy me doy cuenta que no te lloré, sabiendo que los fantasmas en realidad nunca dicen adiós.
Hoy tuve un acto fallido y me di cuenta que ya era tarde para llamarte.
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