sábado, 28 de enero de 2017

Miradas compartidas

Subía al techo de su casa todas las noches para ver las estrellas. Era el lugar en donde Fermín encontraba paz, sobretodo después de una pelea con su papá. El techo de su casa podría ser su lugar en el mundo, si buscaba algo mejor no lo encontraría.
En medio de cada pelea entre ellos dos estaban sus cuatro hermanas mas chicas y su mamá, que se ponían de mal humor y Margarita, la mas chiquita de 4 años hasta se largaba a llorar al escucharlos.
El tema en cuestión era siempre el mismo, Fermín y su problema con el alcohol a la noche, su grupo de amigos, la facultad, nada nunca era suficiente para el padre. 
Fermín estudiaba arquitectura, estaba en segundo año y era uno de los mejores promedios, el año anterior había sido distinguido en Proyectual por su crecimiento, y este año no iba a ser menos, superándose a si mismo sumando elogios y notas de sus profesores y compañeros. Comenzó a trabajar part time en un estudio de diseño en el cual se sentía muy a gusto, participaba en un grupo misionero de su parroquia en donde todos los sábados iba a un barrio carenciado a dar clases de apoyo escolar y los domingos se juntaba con sus amigos a jugar al fútbol. 
Estaba lleno de cosas, pero nunca colapsaba, se lo veía tranquilo y hasta con ganas de realizar mas actividades. Pero la realidad es que con todo lo que él hacia nunca tenia tiempo para su familia, y ese era el verdadero conflicto con su papá. 
Nunca se animaron a hablarlo, terminar con gritos y portasos siempre era la mejor opción. 
Llego enero y su viaje a la costa comenzaba. Las aguas se fueron calmando y las peleas sesaron. Manuela,hermana dos años mas chica que Fermín era su gran confidente y sabia que durante estas vacaciones ella iba a mantener y controlar el clima familiar. Nadie quería peleas, gritos y menos que menos llanto durante las vacaciones.
Una tarde los dos hermanos mas grandes decidieron hacer una fiesta en su casa, sus papas lo aprobaron asi que fueron a la playa e invitaron a cada persona que se le cruzaba, conocían a un par y ellos se encargaban de difundir el evento.
Esa noche los dos fueron grandes anfitriones, la casa explotaba de gente, la música era excelente y sobraba alcohol. Como siempre, Fermín seguía siendo el chico diez, al cual todo le salia bien y la gran parte de las chicas que estaban en su casa morían por el.
El cielo comenzaba a aclarar y decidieron ir a ver el amanecer a la playa. Cuando llegaron todavía había estrellas con lo cual Fermín, fanático de estas, se tiro sobre la arena en los medanos a verlas. Esta vez las veía distintas a como estaban en el techo de su casa, eran mas grandes, a las que no sabia cuales eran les inventaba nombres, el cielo era mas amplio y se podía ver su forma circular. Quedo enamorado de esa noche estrellada, en la cual vio todo desde otra perspectiva. Había buscado un lugar mejor que el techo de su casa, y lo había encontrado.
Durmió allí hasta que Manuela fue a despertarlo y él, medio mareado se despertó y lloro en los hombros de su hermana. 
Frente al amanecer sobre el mar y luego de contemplar las estrellas, sabia que su ausencia en la familia era el tema en conflicto con su papá, pero con sus lagrimas entendió que su ausencia era por algo que a el le había dado terror desde que era chico, había crecido.

Volvieron a su casa. Luego de una gran charla de hermanos, los dos pudieron hablar sobre temas pendientes y ayudarse. 
Al llegar Manuela fue al jardín a acomodar y juntar la basura cuando se dio cuenta que en una mesa al fondo del jardín había una chica durmiendo. Pensando que la chica estaba en sobredosis y desmayada, corrió en busca de su hermano para ayudar a la desconocida.
Fermín la alzó, la acostaron en el sillón del living y luego de oler perfume se despertó. Se llamaba Lucía y tenia dieciocho años.


Lucía recién terminaba el colegio y era la chica perfecta para sus papas, porque como a Fermín, en todo le iba bien, pero por dentro estaba vacía.
Iba a estudiar derecho, lo cual no le interesaba ni un poco, pero si tu papá es juez, claramente vos también te anotarías en derecho. 
Cada vez que salia tomaba hasta desmayarse y esta vez no iba a ser la excepción. Eran las 8 de la mañana y ahí estaban. Lucía, Manuela y Fermín, ya en el jardín de la casa otra vez, tratando de que Lucía se recomponga y vuelva a estar diez puntos. U ocho por lo menos.
En cierto punto Fermín se veía identificado con Lucía. Por esas cosas que uno hace, es mas fácil contarle sus problemas a un desconocido que a un amigo y eso paso entre Lucía y Fermín. Manuela se fue a dormir y quedaron ellos solos.
Lucia se reía de ella misma y de sus ataques de eterna adolescente emo que siente que el cielo esta gris porque gris está su vida. Y claro que caía en la exageración de hacer de cuenta que no hay colores cuando en realidad le sobran, pero ese dia era gris porque estaba triste y su estado sólo acepta un monocromo depresivo
Siempre buscó algo que la acompañe en su ¨tristeza¨, como decía ella, que no era mas que su propia vida.
En ese instante Fermín se dio cuenta que por mas que ocupe su vida, o ¨tristeza¨ entera con actividades, iba a estar vacío, al igual que como se sentía Lucía, se sentía el, solo que no se animaba a decirlo. Ella si. 
¨Que mejor que me acompañe el cielo, que me puede encontrar en cualquier lugar¨ Dijo ella. Los dos se habían dado cuenta de la tendencia a escapar en momentos oscuros que tenían, y que el cielo siempre los acompaña.

Eran las diez de la mañana, hasta que Lucia luego de dos horas de hablar, escuchar y llorar, se dio cuenta que el sol brillaba mas que cualquier otro día y que la noche ya había pasado.
Iba a tener que esperar el día entero para su momento favorito.
Ella subía al techo de su casa todas las noches para ver las estrellas, sobretodo cuando estaba mal con su ¨tristeza¨y sabia que el cielo la acompañaba.

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